Ya en la calle me han asaltado las dudas, ¿he cerrado la puerta de la casa? ¿se ha oxidado el corazón de la mirilla? ¿he dimensionado la cuestión del perro? ¿han quedado claras las intenciones? ¿tendré que volver a repetir la sinusitis del santo? ¿seguirá la niebla, aunque yo me haya ido? ¿quedó resuelta la identidad del cesante? ¿silencié la carátula del papagayo? ¿Se notará el suicidio del tedio? Dudé entre volver a la mansión del miedo, o seguir hasta el mar de los sargazos… al fin y al cabo, ya estaba en la calle, aunque ninguna de las dos opciones parecía la mejor.