Poemas Carcelarios 1 – día 229

 El ángel exterminador
  
 En el espejo veo el reflejo 
       de un hombre inocente.
 Lo sé yo y la víctima,
       los dos presentes en el momento
 de su defunción. 
       
 Cuando llegó la policía
       yo estaba con la navaja en la mano,
 aturdido por lo que presencié,
       aunque yo no cometí el crimen.
  
 Ella era mi esposa, cierto,
 y estuvimos discutiendo 
       en medio del parque.
 Ella me quería dejar
       y no me daba las explicaciones
 que yo le estaba pidiendo.
  
 Su silencio era hiriente, agónico,
       sus evasivas eran exasperantes,
 estaba con los nervios alterados,
       seguro que gritaba como un loco.
 Saqué la navaja para amenazarla,
 pero, lo juro, yo no podía matarla,
 la amaba demasiado.
  
 Solo tenía que decirme el por qué,
 pero ella seguía callando.
 Su silencio me enloquecía
 y me enojaba hasta el extremo…
 …y en eso pasó un tipo
 con el rostro tapado, enérgico como un relámpago.
 Me cogió la navaja y le rebañó el cuello a mi esposa.
 Allí, delante de mí.
 Quedé estupefacto, aterrorizado, mudo.
  
 Me devolvió el arma al tiempo que me decía:
 “Esto se hace así, marica, llorón de mierda,
 que no tienes cojones para hacer lo que tienes que hacer,
 mamarracho, asqueroso…”
 Un fulgurante ángel exterminador
 que se fue tan raudo como llegó, sin darme cuenta.
  
 Esa es la verdad aunque parezca increíble.
 Esa es la verdad aunque nadie me crea.
       
         

Deja un comentario

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies