“Lo mal que digo de los otros lo digo de mi, para que nadie se ofenda más allá de las náyades subliminales del Nilo”. ¿Por qué son tan susceptibles los poetas? Te preguntas, amigo Rómulo, en las noches de nieve y soledad. Los poetas no viven del dinero que ganan por sus versos, viven de la vanidad de ser renombrados como poetas, viven de su yo, ese ectoplasma que al mínimo roce se contrae y escupe un veneno defensivo, como las víboras. (Acabo de descubrir, amigo Rómulo, que los poetas son como las víboras, bífidos y venenosos en defensa de su vida de víboras).