ELEGÍA PARA EL LOBO Quiero decir una oración para Samuel al que el mundo innecesario le apodó El Lobo. Una oración sin estridencias ni falsas palabras de halago. ¿Cómo poder saber cómo vamos a ser? ¿Cómo vamos a comportarnos entre la gente? ¿Cómo encontrar a la gente con la que vamos a compartir nuestros silencios, nuestras miradas, con quién vamos a cantar, a discutir, a entrar en el mar en las noches cálidas de cervezas frías? Samuel estaba fuera de lugar como cualquiera de nosotros. Este mundo no es nuestro mundo, por eso hemos huido, por eso hemos construido esta apartada cabaña de soñadores, donde podemos estar descalzos y usar negligencia y pereza y amor por las cosas sencillas. Samuel era más lobo que pastor, huérfano de afectos, aullaba en las noches solitarias, se dolía por las traiciones del amor como el niño mal humorado cuando le quitan el juguete, bebía en exceso con la idea de olvidar y no olvidaba nada, cuando despertaba, todo el dolor seguía allí. Entre la sensatez y la locura triscaba los días El Lobo sin que nunca acabaras de saber, cuando aparecía por esa puerta, si era la hora generosa o la hora iracunda. Si siempre hubiera vivido en la hora generosa, hubiera sido el hombre más excepcional de la tierra, algo insoportable para este planeta encorvado de miserias. La hora desencajada lo compensaba de su excepcionalidad. Nosotros hemos bebido de las dos botellas. Ahora que ha ingresado en nuestra memoria, sólo recordaremos aquellos momentos en que fue nuestro mejor colega. Conmemoremos a nuestro amigo Samuel. Su inquietud no le permitió disfrutar de la paz del campo. Prefería el alcohol al canuto. Intuía que la salvación estaba más en el campo que en la ciudad. Pero volvió a la ciudad y allí encontró la muerte. En una reyerta que tal vez el mismo provocó. Cambió la contemplación de las estrellas por la ruta suicida de la noche. Los malos son siempre un poco menos malos de lo que quieren aparentar. Conmemoremos a nuestro amigo Samuel. Que los dioses de la música lo tengan en su gloria. Que Jonny Cash lo reciba en el cielo. Que J.J. Cale lo mantenga en la calma de las complacientes estrellas azules. Que Lou Reed lo santifique con su sangre. Nosotros tendremos noches de luna en que recordaremos sus aullidos. Esos aullidos que nos recordarán que hay mucha mala suerte repartida por el mundo.