Asombro – día 80

Conducíamos, siempre arriba,
envueltos en niebla.
No nos dimos cuenta de que el asfalto
se había acabado y ya estábamos
circulando por una pista de tierra
bien arreglada. Envueltos de niebla
en la cima redondeada de un monte.
 
Nosotros, en medio de esa húmeda invisibilidad,
deambulamos como dóciles vobinos
pastando en las alturas,
      en medio de la niebla.
Oímos las esquilas del ganado
y quedamos sorprendidos
de ver los percherones
      gigantes y apacibles
a un metro de nuestras narices
a un metro de sorprendido espanto,
a un espanto asombrado por la fuerza
que respira a nuestro lado sin hacernos daño.
 
Apacibles caballos en medio de la niebla,
ellos sabían por qué estaban allí,
nosotros, tal vez no, pero al verlos
como una aparición majestuosa,
tal vez sí.


 
 

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