Si no despiertas el deseo de una mujer habla con los árboles. Ellos saben el secreto de la duración solidaria. Los hombres, encerrados en sus dilemas delirantes, no saben nada de la decadencia aunque la practican todos los días. Habla con los árboles, ellos saben de elevación, de dar luz y consuelo, de elegir el silencio en los momentos decisivos, de llegar hasta la copas airosas y brindar por la vida. El deseo de la mujer nos elige por encima de la herrumbre y nos salva de la misma muerte que vivimos todos los días. La de los grandes ojos sin defensa también será, consunción de placeres antes del adiós definitivo.