El dragón chino que festeja el año del mono estaba guiado por terroristas islámicos en horas de asueto y diversión. Un manto de niebla cubre la laguna recuperada. Han vuelto los juncos y los cañizos a la ribera, las aves acuáticas, los peces y los pescadores. También los caimanes. Aunque nadie los ha visto. Compro dos veces el mismo libro y sigo sin leerlo. El líder político radical pierde la cabeza por una adolescente que dibuja animales, come gominolas y quiere ser santa. Rambo dejó las armas por las letras. Escribió un poemario titulado El arco y la liebre. He visto una rata mayúscula dándose un banquete en medio de una carretera rural. Los coches la esquivan. Ella ni se inmuta. Sigue pensando en ser reina. Mi biblioteca tiene más libros de los que puedo leer. Los cambio, uno por uno, por piedras bajadas del Himalaya. El afluente se cansó de desembocar en el Duero y giró para desembocar en el Tajo. El vuelo de cometas o el tiro con catapulta o la caza con halcón no llegaron a triunfar como deportes olímpicos. Tampoco el lanzamiento de piedras sobre el agua. El vuelo del águila dibujó un destino que sólo supo interpretar la cabra montesa. Competíamos por ver quién era el imbécil que más corría. Quedé el segundo a un segundo. Al final del camino había un precipicio por el que se iban tirando todos los fieles de la secta. El gurú los contemplaba desde una atalaya. El gorrión picoteó el ojo del gato y lo dejo ciego para hacer el Camino de Santiago. En Barranca del Cobre -Méjico- hay una escuela que enseña a andar en el abismo. No hay cifras del éxito. Sólo sabemos que los buitres han prosperado. El hombre que se comunicaba con los perros ladraba con la misma agónica agitación que a mí me ponía de los nervios. Le pregunté que pasaba con tanto desconsuelo. Me dijo que los perros se angustiaban porque el cielo no los tenía en consideración. Me fui a China y volví en el mismo día. Tampoco es para tanto. Moví ficha y el paradigma se cayó.