El Político Importante engola la voz para dar solemnidad al acto de entrega de diplomas a los más sumisos de los súbditos. También se pone unas alzas en los zapatos para disimular su enanismo mental. El Político Importante resuelve la cuadratura del círculo: impone sus intereses personales por encima de los intereses del pueblo y el pueblo lo aplaude. Y más: lo proclama LSD, es decir, Líder Supremo Defendible. El Político Importante sabe que tiene un lugar en la historia, (ese catálogo de nombres ilustres que pretenden sobrevivir en el tiempo), por eso es un esclavo de su imagen. Siempre procura aparecer distinguido, natural, espontáneo, sonriente, saludando a diestro y siniestro, besando niños con flores, ancianas con sombrero, caballeros andantes, maniquís de grandes superficies, líderes locales de los pueblos que visita con la urgencia de Mister Marshall en la peli de Berlanga. Trata de evitar la impostura y la rigidez, pero ¡aylas! no siempre puede, a veces aparece su rostro de cartón piedra, la mancha indeleble del alma de la camisa, la etiqueta del pantalón recién estrenado, la maldición de la mala imagen, intrigante como esa cucaracha que se pasea entre los pasteles del escaparate de la mejor pastelería de la ciudad