He dejado la puerta de mi casa abierta para que se entre por ella toda la arborescencia de una aurora sin consigna y un latido sin penitencia. Abierta y abierta para que se vaya entrando todo el bosque con su niebla, la oruga, el zorro, el inspector y la alimaña tensa, para que pasen y vean en un horizonte desnudo las miradas que los reflejan, el conmovido, el que tiene sed, el que nada tiene y el que sólo sueña, para que entren a la luz de una lumbre dispuesta y miren y se sienten y conversen y duerman y digan que mi casa no es una casa que mi casa es una ausencia, un sencillo lugar de paso como tantos en la tierra donde no se discuten razones ni se reparten sentencias.