A Clint Eastwood
Las noticias del horizonte
vienen cabalgando despacio,
con el polvo de los caminos
con el aire del viento amargo.
Llegan como las llagas negras,
con la voz proscrita del llanto,
con la luz clara y transparente
del prisma del desierto humano.
La soledad se ve a lo lejos.
La tardanza es síntoma claro.
Si la muerte se nos presenta
con la urgencia de sus heraldos
habrá que esconderse del miedo
con la rapidez del lagarto
que deja los señuelos sueltos
para poner su vida a salvo.
Si la sombra maligna llega
adelantando con sus trazos
la desgracia que pinta puertas
con los signos del mal presagio,
buscaremos la noche insigne
que nos racime en su regazo,
el refugio que nos proteja
de la furia de los arcanos
que no quieren ser favorables
al perfume de nuestros vasos.
Si se desatan los martirios
de los anhelos empozados
la agonía hará crujir
la mampostería de los pactos,
si la palabra no es posible
emergen serpientes y sapos,
si la verdad estuvo oculta
la venganza cumple sus pasos:
no dejará sin su castigo
a los cobardes que callaron
cuando la injusticia crecía
-desnuda piel a latigazos-
del hombre que quiso reinar
bajo el decoro de los astros.
Quién sembró tempestad y muerte
en la frontera de los actos
servirá carne de cadáver
en bandeja para los grajos.