¿dónde va la gente que no sabe a dónde va? Los que afirman las condiciones ¿qué se creen que van a encontrar? ¿reverencias? ¿exaltaciones? ¿el son de la flauta frugal? ¿golondrinas que los orienten? ¿el sagrado pan del maná? ¿o el monstruo que ya estaba allí al segundo de despertar? Un fantasma que nos persigue desde el nacimiento hasta el final Confundiendo lo que imaginas, el rostro claro de la cal, Con los deseos que el misterio nunca acabará de alumbrar. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? Tan perdidos por los deslumbres del imposible celestial, con los pies en los precipicios, en los abismos sin piedad, (que así son los raptos el miedo erizados como el coral), paupérrimos de estrellas, torpes en el arte de navegar, tan mezclados y confundidos como las raíces del mal, ¿a dónde seremos llevados? ¿al tiempo de la obscuridad? ¿al prados de los elegidos o al pasto de la eternidad? Cantemos, amigos, cantemos que la discordia elemental está haciendo bien su trabajo de entrarnos en la vacuidad donde seremos los más momios de la codicia fantasmal de querer ser lo que nos sueñan los señores del capital borregos lustrosos en orden dispuestos para batallar las guerras de sus intereses disfrazadas de dignidad: la de ellos luciendo en el pecho y la nuestra en el pedregal. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? ¿Serán arrebatados raudos al cielo de la claridad, o caerán en el crudo invierno de la pura imbecilidad? ¿quién puede controlar las reglas que hacen del viento un huracán? ¿quién propone que tu destino sea un producto del azar? No parece un dilema fácil que podamos dilucidar. Si ellos mismos no lo saben ya los mandarán a votar que votar es lo que quieren los perdidos en su desván, inquilinos de las incurias de no saber por dónde van, las turbulencias con sus puentes las corrientes con su piedad.
Mes: abril 2020
Romance del que no sabe a dónde va (I)
¿dónde va la gente que no sabe dónde va? Murciélagos oscurecidos en las noches del palmeral, despistados o parapléjicos por las calles de la ciudad buscando respuestas en sombras que cierran las aguas del mar, las claridades de la sangre o los misterios de la paz. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? Cruzando las sendas del crimen durmiendo en la piel del cristal los rigores los van llevando con toda probabilidad a los martes del soliloquio a los sueños de la verdad donde toman las decisiones los bardos del aire mental que sufren eternos retornos de fábulas sin caridad como el viento de los sagaces que destruyen la aldea y se van o como el milagro del santo que huyendo del cielo a pecar lo encontró el dios del camino y lo encerró en la soledad. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? La sinestesia de las brujas y la entelequia familiar en los círculos prepotentes que viven de la vanidad de querer ser lo que se quieren sin que importe la realidad de lo fatídico y errante, del suplicio que volverá a recordarnos que el dinero es su fuente, su manantial, la despensa de lo siniestro sus espesos muros de sal. Y a la gente la llaman pueblo arcilla para modelar los expertos en las mentiras del arraigo sentimental un barro triste y maleable que quiere y se pone a cantar las canciones del oprimido que se deprime en el sofá al ver, agridulce el anhelo, que el sueño se puede tocar como se tocan las materias del hambre en el cuerpo espectral.
Romance de un paciente recién operado
ronto no te acordarás del nombre de tus amantes, poco a poco o de repente como un pájaro sin aire cayendo en las desoladas metáforas del descarte: polvo en el polvo, ceniza y olvido, alma de embates para los días sin suerte y sus destierros al margen; horas y horas vendidas al solitario calambre de no recordar ya nunca el nombre de tus amantes. Será la prueba eficiente de que siempre fuiste nadie, de que ganó la miseria la mano echada del naipe (ese albur de los destinos que arrastra sentencias graves), la partida que se juega en laberintos de albares, en las brumas del afecto, junto al deseo de un hambre que recompense tu vida de tan olvidar lo que amaste y deje que los desiertos se pueblen de soledades. Y esa desdicha que viene o ha de venir con un martes de tiempo que determine una visión entrañable de una vida distinguida como un pétalo que cae en el agua de una acequia que corre entre palmerales, crecida por las sonrisas en las huellas de la sangre heredada por las ansias de los ojos de mi madre, vida abierta a las alondras sin miedo a que les disparen. Esa vida ha de ser vida (nada será como el antes) sin instancias de la muerte sin sabores que te amarguen sin los miedos de las sombras sin las sombras aberrantes, sustentada por las vigas elevadas por el arte elegida o regalada por los dueños de las tardes que siembran las delicadas semillas para que salves el valor de la verdad la verdad de los desastres, leve de acontecimientos limpio, sereno, elegante roto en la luz y encontrado en el brillo de los árboles.
Romance de la imaginación
oy a dejar que los pies
se vayan adelantando.
La cabeza va después
con sueños de contrabando.
La salud es lo primero
y en la mente se alimenta.
No basta el ojo certero,
es el mito quien lo intenta.
Las bajas pasiones tienen
venenos de mundo lento,
derivas que no convienen,
vapores sin pensamiento.
El arco que tensa el cielo
tiene la fuerza de un brazo
que eleva la flor de un velo
en la fijeza de un lazo.
Tensión y temperamento
para subirme a la torre
del aire en el firmamento
que por la imago se corre.
Virtud y desenvoltura
se premian con la fiereza
del viento que por la altura
impulsa la sangre y reza.
Oraciones son palabras
dispuestas para la marcha,
mágicas abracadabras
que abren cristales de escarcha.
Y en el fondo debes hallar
ese tiempo que se eterna
en saber sin mancillar
el cristal de la lucerna.
dónde va la gente
que no sabe a dónde va?
Los que afirman las condiciones
¿qué se creen que van a encontrar?
¿reverencias? ¿exaltaciones?
¿el son de la flauta frugal?
¿golondrinas que los orienten?
¿el sagrado pan del maná?
¿o el monstruo que ya estaba allí
al segundo de despertar?
Un fantasma que nos persigue
desde el nacimiento hasta el final
Confundiendo lo que imaginas,
el rostro claro de la cal,
Con los deseos que el misterio
nunca acabará de alumbrar.
¿A dónde va la gente
que no sabe a dónde va?
Tan perdidos por los deslumbres
del imposible celestial,
con los pies en los precipicios,
en los abismos sin piedad,
(que así son los raptos el miedo
erizados como el coral),
paupérrimos de estrellas, torpes
en el arte de navegar,
tan mezclados y confundidos
como las raíces del mal,
¿a dónde seremos llevados?
¿al tiempo de la obscuridad?
¿al prados de los elegidos
o al pasto de la eternidad?
Cantemos, amigos, cantemos
que la discordia elemental
está haciendo bien su trabajo
de entrarnos en la vacuidad
donde seremos los más momios
de la codicia fantasmal
de querer ser lo que nos sueñan
los señores del capital
borregos lustrosos en orden
dispuestos para batallar
las guerras de sus intereses
disfrazadas de dignidad:
la de ellos luciendo en el pecho
y la nuestra en el pedregal.
¿A dónde va la gente
que no sabe a dónde va?
¿Serán arrebatados raudos
al cielo de la claridad,
o caerán en el crudo invierno
de la pura imbecilidad?
¿quién puede controlar las reglas
que hacen del viento un huracán?
¿quién propone que tu destino
sea un producto del azar?
No parece un dilema fácil
que podamos dilucidar.
Si ellos mismos no lo saben
ya los mandarán a votar
que votar es lo que quieren
los perdidos en su desván,
inquilinos de las incurias
de no saber por dónde van,
las turbulencias con sus puentes
las corrientes con su piedad.
ronto no te acordarás
del nombre de tus amantes,
poco a poco o de repente
como un pájaro sin aire
cayendo en las desoladas
metáforas del descarte:
polvo en el polvo, ceniza
y olvido, alma de embates
para los días sin suerte
y sus destierros al margen;
horas y horas vendidas
al solitario calambre
de no recordar ya nunca
el nombre de tus amantes.
Será la prueba eficiente
de que siempre fuiste nadie,
de que ganó la miseria
la mano echada del naipe
(ese albur de los destinos
que arrastra sentencias graves),
la partida que se juega
en laberintos de albares,
en las brumas del afecto,
junto al deseo de un hambre
que recompense tu vida
de tan olvidar lo que amaste
y deje que los desiertos
se pueblen de soledades.
Y esa desdicha que viene
o ha de venir con un martes
de tiempo que determine
una visión entrañable
de una vida distinguida
como un pétalo que cae
en el agua de una acequia
que corre entre palmerales,
crecida por las sonrisas
en las huellas de la sangre
heredada por las ansias
de los ojos de mi madre,
vida abierta a las alondras
sin miedo a que les disparen.
Esa vida ha de ser vida
(nada será como el antes)
sin instancias de la muerte
sin sabores que te amarguen
sin los miedos de las sombras
sin las sombras aberrantes,
sustentada por las vigas
elevadas por el arte
elegida o regalada
por los dueños de las tardes
que siembran las delicadas
semillas para que salves
el valor de la verdad
la verdad de los desastres,
leve de acontecimientos
limpio, sereno, elegante
roto en la luz y encontrado
en el brillo de los árboles.
oy a dejar que los pies