2001
Sonetos de la intemperie
Allá en mi adolescencia, cuando empecé a estar inoculado por el veneno de la poesía, yo era el que propagaba, en el pequeño círculo de los adeptos, el mantra de que “el soneto está obsoleto”. Eso fue antes de quedar deslumbrado por los Sonetos del amor oscuro de Federico García Lorca que supusieron un fogonazo de luz en la noche oscura del alma. Más tarde vino la influencia del maestro Ramón Oteo, que nos leía los que él mismo iba escribiendo al paso del acontecer de su vida y los de los poetas por los que tenía devoción: Quevedo, Miguel Hernández, Blas de Otero.
Luego añadí a la nómina de mis preferencias, a Shakespeare, Borges, Gerardo Diego.
Los mantras contra el soneto han ido apareciendo en mi vida al mismo tiempo que yo me ocupaba de él como un joyero pule sus cristales para hallar sus facetas más brillantes.
Hemos tenido que escuchar que el soneto es un molde, que es un poema fascista, que es un silogismo fácil etc… Curiosamente, de todos los poetas a los que les he oído estas denostaciones, no hay ninguno que haya escrito un soneto logrado, fluido o aceptable.
Sí, el soneto es un molde, como una vasija de barro que tiene una larga tradición en nuestra cultura de hacha y pedregal. El soneto apareció en mi vida y me reconcilió con la tradición. Este libro contiene una selección de mis mejores sonetos. Yo los juzgo dignos de emparentarse con esa corriente petrarquista que dejó honda huella haciendo nuestra cultura menos pedregosa y cainita.
Alfredo Gavín